Los ojos de aquel joven brillaban, y no especialmente de felicidad. Sus ojos manifestaban un brillo más bien desesperado. Apretaba los dientes, como queriendo, de ese modo, evitar un rostro que corroborase el brillo de sus ojos. Respondía a cada gesto del mundo con una media sonrisa con la que ya no podía esconder su estado, el gato o el tiempo se habían comido su expresión de alegría y su risa espontánea y escandalosa. Ahora su voz era mas ronca, aunque pocas veces pronunció una sola palabra. Era como si algo le hubiese callado para siempre. Al apretar sus dientes, las mandíbulas se presentaban mucho más prominentes, dándole una fachada agresiva, como de rabia. No parecía enrabietado por la gente de la mesa ni por lo que allí acontecía, era algo más profundo. Sus ojos tenían ese brillo desesperado de cuando algo cambia en ti. Aquel joven era más mayor que los otros jóvenes que le rodeaban, pero aquella noche, parecía el niño más indefenso del mundo, que no entiende las actitudes de los otros, o para el que el mundo de los adultos es algo gris y complicado. Algo estaba cambiando en él, quizá un cambio obligado, es por eso aquel apretón de muelas. Quizá prefiriese estar mordiendo otras cosas, quizá prefería morder la noche, la luna que estaba llena… Y por otra parte, parecía que quería un abrazo. Su ser mas querido de los allí presentes estaba justo enfrente de él, y por un momento, tal vez pensó que estaba a miles de kilómetros, apenas cinco o seis cuerpos les separaban, pero él estaba necesitando apretar unas manos, y sentir su calor para dejar de apretar los dientes de aquella manera, para que sus ojos recuperasen al menos el brillo que antes tenían, antes de tornárseles caídos y medio soñolientos.
Era mayor, mucho más mayor que los otros y aquella noche descubrió que la ilealtad de los que creía leales causaba estragos en él.
Quizá ya nunca vuelva a tener confianza en ellos… tal vez siga siempre peleándose con el mundo, con el rostro enrabietado y la silueta enrarecida, caminando encorvado, con la cabeza gacha, para evitar que la luna y el sol sepan de su estado…
1 comentario:
Al leer el texto he recordado, sin saber por qué, a Delibes y a Jesús Fernández Santos (será porque está bien escrito ;) ) Me ha producido sosiego el leerlo. De lo que te he leído hasta ahora, uno de mis preferidos; felicitaciones. El final me recuerda a alguien demasiado cercano, que de vez en cuando, si hace suficiente frío sale de su casa, embutido en una capucha y una braga militar intentando que "no le sepan".
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